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Mineralidad: ¿ haberla hayla…?

En el mundo de la cata no paramos de escuchar que este o aquel vino es muy mineral.  Ante esta descripción es frecuente que el consumidor se quede frustrado porque no ha entendido a qué nos estamos refiriendo y porque además es incapaz de notarlo en su copa. Y no es de extrañar porque la mineralidad está de moda y tiene un uso marketiniano a veces excesivo pero la realidad es que encontrar mineralidad en un vino no es tan frecuente como escuchamos y además cuando la hay es difícil de detectar en la cata, y esto hay que dejarlo claro.

¿Para que un vino sea mineral su suelo ha de ser mineral? Pues no es necesariamente así algunos suelos basta con que sean faltos en nutrientes y en nitrógenos para dar sensaciones minerales, los suelos graníticos con exceso de metales también dan mineralidad, o los suelos biodinámicos y en general las vides sometidas a estrés en viticulturas muy extremas. Hay también zonas que se relacionan más con la mineralidad como el Priorato, la Ribera Sacra, el Bierzo, Alemania, Sudafrica, Rodano o Chablis.  Pero la mayoría de las moléculas de la uva proceden del metabolismo aéreo de la vid y no se absorben por las raíces por lo que el suelo en la mineralidad no es tan protagonista.  De hecho influyen mucho las practicas de elaboración en las bodegas: un ph alto da menor acidez y mayor sensación salina o una fermentación con exceso de fosforo o azufre en variedades como la sauvignon o la riesling puede llevarnos a pensar en mineralidad. Incluso la reducción en botella de algunos riesling o godellos provocan TDN desprendiendo aromas que se suelen relacionar en cata con la mineralidad.

¿ Pero que pasa una vez que tenemos realmente la mineralidad en la copa? Pues que describirla no es tarea fácil, la mineralidad aporta viveza y complejidad al vino y si hubiera una forma de definirla en boca sería cierto matiz metálico. En nariz da toques a cerilla, piedra de mechero, pizarra, piedra mojada.  A veces es más fácil entenderlo por descarte y cuando un vino es mineral no es ni frutal, ni goloso, ni excesivamente robusto.  Los vinos minerales son complejos, frescos y un poco monacales.  Austeridad sería su segundo nombre.

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