Se pintan, se adornan, estilizan sus curvas. Hace tiempo que las botellas de vino se soltaron la melena, se quitaron el corsé y se atrevieron con todo. Que su refinado diseño y sus apuestas provocativas se abrieron paso hasta el consumidor. Todo vale: desde una forma diferente en el cristal a una imagen sugerente y atrevida en la etiqueta. Desde un nombre original y desenfadado a un símbolo persuasivo. Cada vez más botellas se expresan de una forma distinta. Sin miedo a los convencionalismos. Sin ataduras ni prejuicios. Luciendo formas y colores que las hacen destacar.
Nuestros vinos han evolucionado y su imagen también. Ahora quieren llamar la atención de un público cada vez más joven y atrevido. Expresarse de una forma más alegre y divertida. Comunicarse con creatividad y presumir de un estilo propio.
Puedes ver algunos ejemplos en las etiquetas de Teta de Vaca, Lovamor, Chulapa, El Rey del Glam, El Marciano, Cachito Mío, Comoloco, L’inconcscient, Blanco y en Botella, You&Me, Jean León, Paco&Lola, Paco García… Todas tienen algo propio e inconfundible. Ya sea en el nombre, el color, la forma o el simbolismo.
Ya hace mucho que el consumidor entendió que una etiqueta diferente no rebaja la calidad de un vino y que abandonar el tradicionalismo en las botellas no significa que sea mejor o peor. Simplemente es… diferente.